El título es lo de menos

A Julia le gustaban desde pequeña ese tipo de juegos que consistían en ver quién aguantaba más haciendo algo. O no haciéndolo. Las variantes eran infinitas: quién aguantaba más la respiración, quién aguantaba más tiempo sin hablar, quién aguantaba más tiempo colgado de un árbol con las manos o con los pies, quién aguantaba más el dolor…etcétera.

 
Los amigos de julia eran especialmente imaginativos a la hora de plantearse nuevos retos, pero pronto descubrieron que la capacidad de Julia para soportar y producir lo insoportable era, sencillamente, indescriptible. Debido a eso, Julia se convirtió en la campeona indiscutible, y cada nuevo récord permanecía imbatible en su haber.
El tiempo pasó y todos se hicieron mayores, como es natural. El juego del aguante se fue al carajo. Todos los del grupo hicieron más o menos lo que se esperaba de ellos, y no merece la pena malgastar un solo renglón en sus vidas. Julia es harina de otro costal.

 
¿Cómo decirlo sin que parezca estúpido? A julia se le fue la pinza. Nadie lo notó, como es natural, porque si lo hubiesen hecho no tendría gracia. Aquí mismo habría acabado todo, ¡apaga y vámonos! Todo siguió en apariencia inalterable, porque Julia estaba haciendo lo que se esperaba de ella. Aparentemente.

 
Sin embargo, seguía jugando. Seguía demostrándoles a todos lo dura que era y lo bien que se le daba soportarlo todo. Cierto, el escenario y las reglas habían cambiado un poco, pero lo mismo daba. Apenas existe diferencia entre niños y adultos cuando juegan. A unos la pelota, a otros los activos de riesgo.

 
Si se busca la palabra estoicismo en el diccionario aparece su foto. Julia sigue jugando. Lleva quince años soportando a un cretino. Un castrado emocional que a veces le pega. Sólo a veces.

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